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Unidad
1
Clase 14
Cuentos
y leyendas de Guatemala
Tradición oral
Se define a la tradición oral como todas
aquellas expresiones culturales que se transmiten de generación en generación y
que tienen el propósito de difundir conocimientos y experiencias a las nuevas
generaciones. Es parte del patrimonio
inmaterial de una comunidad y se puede manifestar a través de diferentes formas
habladas, como por ejemplo cantos populares, cuentos, mitos, leyendas, poesía,
etc.... La tradición oral posee dos elementos principales:
● La identidad
cultural: que es la forma en cómo se concibe una comunidad con respecto de
otras comunidades.
● La memoria
colectiva: son acontecimientos que son parte de la historia de una comunidad y
que ayuda a definirse ante otras comunidades. Tiene la finalidad de ser
transmitida para reafirmar su identidad comunitaria.
Los mensajes o los testimonios se transmiten
verbalmente a través del habla o la canción y pueden tomar la forma, por
ejemplo, de cuentos populares, refranes, romances, canciones o cantos. De esta
manera, es posible que una sociedad pueda transmitir la historia oral, la
literatura oral, la ley oral y otros conocimientos a través de generaciones sin
un sistema de escritura.
Es frecuente que este tipo de narraciones o
expresiones orales al ser reproducida en infinidad de ocasiones se vayan
modificando o deformando con el paso del tiempo.
La Unesco clasifica a las tradiciones y
expresiones orales como una categoría dentro del Patrimonio Cultural Inmaterial
de la Humanidad, las cuales “son fundamentales para mantener vivas las
culturas.
ANTROPOLOGÍA
La tradición oral implica el predominio de
la objetivación espacial iconográfica, intelectual, ritual y gestual de la
memoria; su reactivación permanente por medio de “portadores de memoria”
socialmente reconocidos (ancianos, trovadores, “testigos” calificados); y su
transmisión por comunicación de boca en boca y de generación en generación.
Además, se entiende que la tradición oral es
exclusivamente de las sociedades tradicionales, ya que tienen una cosmovisión
diferente a la nuestra y que se encuentra dominada por mitos fuertemente
arraigados dentro de las creencias colectivas, en donde el resguardo y
transmisión recaen en una capa social bien definida.
Algunas leyendas que son parte de la
tradición oral de Guatemala.
La
cámara fotográfica

“Jaime era uno de esos muchachos que siempre
está a la moda y las camaritas eran la novedad en Guatemala, quién sabe cómo
hizo, pero la realidad fue que, de la noche a la mañana, resultó con la
presunción de que tenía una cámara de sacar fotografías…”
(COMENTARIO INNECESARIO: Si me preguntan a
mí, diría que ese Jaime hizo algo turbio para conseguir este costoso y
exclusivo equipo tan bajo de agua.)
En fin, el hecho es que el jovenzuelo se
convierte en un maestro del obturador y en algunas de sus hazañas, conoce a una
bellísima chica de blanco, que no presenta a nadie… ni a su mamá (¡ofensa de
época!). Lo que pasa, pasa, y los jóvenes en cuestión deciden escaparse un día
a Amatitlán solo con la intención de “admirar la naturaleza” y tomarse unas
fotografías. Finalmente el viaje sale mal, Jaime regresa solo, busca a su novia
en la ciudad, su familia le comenta que murió hace siete años ahogada en el
lago, revela el rollo y la chava no sale en ninguno de los negativos recién
tomados… y Gaitán concluye que “algunas veces una cámara puede ser la perdición
de un hombre”.
Acepto que comencé a leer este cuento porque
mencionaba en el título “cámara”. Tenía esta curiosidad de cómo se presentaba
este objeto que tanto amo en otras épocas… y fue ilustrativo.
Un
ayudante inesperado
“No solo antiguamente solían suceder
aspectos del más allá, en plena década de los 60; también han acontecido y
pueden estar presentes en el momento menos esperado…”
Y vaya que no nos esperamos lo que pasa a
continuación.
¿Alguna vez habían escuchado de fantasmas
“buena onda”?
¿De esos que en vez de hacerles daño, los
ayudan a salir de sus aprietos? ¿No? Bueno, pues están a punto de conocer a
uno.
En Un ayudante inesperado, hacemos una
inmersión a esta Guatemala urbana que se esforzaba por florecer, en donde hay
calles invadidas por vehículos y personas en igual proporción, apenas dos buses
tirando smog y a voceadores anunciando las noticias del día a quien les preste
su oído. En este contexto vive Carlos un conductor de funeraria al que le
asignaron la tarea de ir a entregar un cuerpo a Quetzaltenango. (Ya saben,
cosas del oficio). Sin darle mucha importancia a la situación, emprende un
siempre atinado viaje por carretera de noche, impregnado de neblina y cosas espeluznantes.
Todos los factores de peligro no pasan por
su cabeza hasta que por algún “extraño motivo” pincha llanta y no hay
civilización a la redonda que lo pueda auxiliar. De la nada, un hombre correcto
y sonriente se acerca al afligido Carlos y lo ayuda a cambiar el repuesto.
¡Vaya situación! ¡Qué suertudo este Carlos!… adivinen quien fue el alma
caritativa. Pista súper obvia: estaba en el ataúd.
Había en la Antigua Guatemala una señora
viuda que vivía por el barrio del Calvario, en medio de la mayor pobreza.
Sus vecinos casi no le hablaban, pues creían
que era una bruja.
Un día le pidió a la señora de la tienda que
le diera el pan a crédito, pero ésta como siempre se negó a hacerlo. Entonces
la mujer le dijo: “Yo sé que su marido se fue de su lado, pero yo puedo
arreglarle que vuelva con usted. Tenga este cuerito, a las ocho de la noche
llámelo por su nombre, golpee con él tres veces la almohada y guárdelo debajo
de ella”.
Agradecida la tendera le dio un canasto
lleno de verduras. En la noche hizo lo que la señora le había aconsejado y en
el acto se presentó su marido. Mientras tuvo el objeto su marido permaneció
fiel.
Pasados cuatro días la extraña mujer se
asomó a la tienda y le pidió el cuerito. La tendera protestó: “Vea usted, que
mi marido se me volverá a ir”.
La viuda le contestó que lo usaría para otro
trabajo. La tendera se lo dio y ese mismo día su marido se fue de la casa.
Enojada la vecina la acusó de bruja, se fue
con las autoridades y el cura de la iglesia. Entre todos decidieron llevarla a
la cárcel. Pero ella, burlándose de quienes la tenían prisionera, organizó un
plan de escape.
Con un trozo de carbón dibujó un barquito en
la pared de la bartolina, se subió a él, pronunció algunas palabras mágicas y
huyó. En su lugar quedó un intenso olor a azufre. En adelante nadie volvió a
saber nada de la extraña mujer, a quienes todos recuerdan como la Tatuana.
Por otro lado, algunos historiadores
refieren que este personaje tiene sus antecedentes en los últimos años de la
ciudad de Santiago de los Caballeros.

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